Astérix y el regreso más fiel: mis impresiones sobre la nueva serie de Netflix

Hay películas que nos marcan en la infancia. Esas que veíamos una y otra vez hasta aprendernos los diálogos de memoria. En mi caso, muchas de esas películas tenían algo en común: venían de una aldea gala que resistía ahora y siempre al invasor. Astérix y la sorpresa del César, Las doce pruebas de Astérix y Astérix en Bretaña fueron para mí lo que para otros fueron Disney o Ghibli. Recuerdo a mis padres acabar desesperados de tanto repetirlas… pero yo no podía dejar de verlas.

Por eso, cuando vi que Netflix preparaba una nueva serie animada de Astérix, no lo dudé: le di al botón de “avísame” sin pensarlo. Tenía muchísimas ganas de verla, y cuando por fin se estrenó, interrumpí sin culpa alguna mi visionado de The Last of Us (que aún tengo pendiente) para sumergirme en ella. Lo confieso: pocas veces he tenido tanta ilusión por una serie.

Antes de seguir, quiero dejar algo claro. Todo lo que voy a contar aquí no pretende ser una crítica objetiva ni un análisis sesudo del guion o la animación. Son mis impresiones personales como alguien que ha crecido con la saga, que la tiene tatuada en la memoria emocional. No es mejor ni peor que la opinión de nadie. Es simplemente la mía.

El “canon” de Astérix y Obélix en mi cabeza

Para mí, Astérix se define por las cinco primeras películas clásicas: Astérix el Galo, Astérix y Cleopatra, La sorpresa del César, Las doce pruebas y Astérix en Bretaña. Esas cinco, y solo esas cinco, forman parte del “canon” que tengo en mi cabeza. Luego vinieron otras como Astérix en América, El golpe del menhir, y todas las películas live action protagonizadas por Gérard Depardieu. Pero, al igual que me pasa con Indiana Jones (donde solo concibo la trilogía original), esas otras producciones me quedan fuera del imaginario emocional.

Por eso, puedo decir sin titubeos que esta nueva serie de Netflix es lo mejor que se ha hecho con Astérix desde aquellas cinco películas originales. Se nota que hay un equipo detrás que no solo tiene talento, sino que conoce profundamente la saga. El humor, el ritmo, los personajes… todo respira el espíritu clásico, pero actualizado al lenguaje y estilo de hoy. Y eso es lo mejor que se puede decir: es Astérix hecho en 2025, sin pretender imitar el pasado, pero sin perder nunca su esencia.

Humor brillante y estilo sorprendente

Me he reído de verdad. A carcajadas. Y eso no es fácil. La serie tiene momentos de humor realmente afilado, con gags visuales y diálogos que funcionan tanto para los más pequeños como para quienes llevamos décadas repitiendo “¡están locos estos romanos!”. El estilo artístico es precioso y, en algunos momentos, incluso brillante. Hay recursos visuales que me recordaron (salvando las distancias) a las películas animadas de Spider-Man de Miles Morales, con decisiones creativas que denotan libertad y un equipo con ideas.

Pero no todo es perfecto (a partir de aquí, spoilers)

A partir del episodio 4, empecé a notar una cierta ruptura en la suspensión de la incredulidad. Hasta entonces, el equilibrio entre el anacronismo cómico y la coherencia del mundo se había mantenido muy bien. Pero con escenas como la creación de un parque de atracciones en plena época romana, la serie cruza una línea. Entiendo la intención humorística y la voluntad de conectar con el público actual, pero personalmente me sacó un poco de la experiencia. Sentí que empezaba a forzarse la broma, a perderse parte del encanto sutil del humor original.

Y además, hay un par de fallos de guion que me resultaron difíciles de ignorar:

  1. Si el druida no recuerda cómo hacer la poción mágica, la aldea de los galos está indefensa. ¿Por qué entonces los romanos necesitan montar toda una estrategia de enfrentamiento entre jefes de aldea? Lo lógico habría sido atacar directamente.
  2. En otro momento, cuando Astérix es expulsado de la aldea tras la derrota de su jefe, dice que “toda la Galia no está conquistada” porque él aún resiste. Pero… la aldea ya ha sido conquistada. A César no le importaría que quedara un solo galo fuera: el territorio está tomado, punto.

No son errores que arruinen la serie, ni mucho menos, pero sí detalles que, como espectador y fan, me chirriaron.

Una carta de amor que funciona

Con todo, esta nueva serie de Astérix en Netflix me ha parecido una carta de amor sincera y bien ejecutada. Como fan de toda la vida, puedo decir que he disfrutado muchísimo. Me he sentido otra vez en casa, otra vez en esa aldea de locos irreductibles donde los problemas se solucionan a base de menhires, carreras absurdas y poción mágica.

Ojalá sigan en esta línea. Ojalá haya más temporadas, más aventuras, más respeto por el legado… y más libertad para reírnos sin complejos.

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